EL ACTO SAGRADO DE LA ENCARNACIÓN

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Mensaje de Julie Redstone

4 de Mayo de 2018

Nacemos por decisión propia, pero la elección es un misterio para nuestro yo humano.


Porque elegimos nacer en una determinada familia, país, clase o genero? Porque encarnamos con una serie de desafíos mentales o físicos? 

Esas preguntas que no tienen respuesta a nivel humano, nos siguen a través de la vida e intuimos diferentes respuestas para ellas en distintos niveles de nuestra vida.

Sin embargo, no importa cuales sean nuestras respuestas, el misterio del nacimiento, sigue siendo un misterio, envuelto en las brumas de la realidad espiritual que solo nos abandona, cuando dejamos nuestra forma física.

No obstante, el acto de nacer es un acto sagrado y debemos honrarlo como tal.

Entre una vida y otra, en los momentos de iluminación por la Luz Divina, en el tiempo de nuestra elección, vemos nuestro pasado y muchos futuros posibles. Sentimos en nuestro ser más profundo, la necesidad de sanación en áreas específicas de nuestra conciencia y establecemos prioridades de nacimiento, de acuerdo con nuestro sentido más íntimo de necesidad en cierto punto de desarrollo de nuestra alma. 

La luz y la inteligencia del infinito están con nosotros mientras lo hacemos. Ellos están con nuestra alma en su unión con la Intención Divina. Cuando eso sucede, somos capaces de reconocer claramente, que importancia debe ser dada a las muchas elecciones que envuelven la encarnación.

Elegimos una composición genética en particular que lleva a una constitución física y mental específicas. Elegimos los retos que superaremos y las almas que encontraremos y con quienes vamos interactuar.

Este conocimiento nos llega, por algún tiempo, a través de nuestra unión con la luz infinita. Y en esa luz, también discernimos cuales dones traeremos para nuestra vida física y de qué forma nuestro pasaje por la realidad material, será un servicio a los demás.

A nivel humano, muchas veces estamos oprimidos por el peso de nuestros problemas y preocupaciones, por lo tanto, no consideramos que nuestra vida sea útil a los otros. Sin embargo, nuestro servicio, frecuentemente, ocurre en medio a nuestros problemas, sin que seamos conscientes de ello.

Como un alma que eligió el tiempo y el lugar de nuestra encarnación, estábamos conscientes de nuestro deseo de ayudar a los demás por medio de nuestras elecciones. Como seres humanos, frecuentemente, olvidamos, nos sentimos inferiores o poco generosos, separados de la verdad de nuestro propio servicio sagrado.

El acto sagrado de la encarnación, también tiene otro aspecto y es el de la reunión con la Madre Divina en la forma física. Al nacer, estamos una vez más, unidos a la substancia de su Cuerpo Sagrado, que es todo el Universo físico y no físico.

Nosotros nos volvimos partes de Ella, nuevamente, de una forma muy íntima. De hecho, la Madre Divina gobierna todo el proceso de encarnación, permitiendo que el espíritu puro se vuelva materia, en todos los millones y trillones de nacimientos que ya ocurrieron y ocurrirán.

Esta unión de la Madre de Todos en el plano físico es sagrada. En el pasado, nosotros pensábamos que éramos espíritu y que al entrar en la materia cuando nacíamos, dejábamos el espíritu atrás.

Ahora debemos pensar que somos espirituales entrando en espíritu cuando nacemos, pues la Madre del Universo habita en todas las formas físicas y así, al nacer, nosotros nos movemos de espíritu para espíritu, en un misterio de unión que está más allá de la comprensión humana, pero dentro de la comprensión de nuestra alma.

La encarnación permite que nuestras células se junten a las células del cuerpo de la Tierra. Nuestro cuerpo energético se vuelve parte del cuerpo energético de la Tierra. Nosotros nos movemos del espíritu para el espíritu, cuando nos unimos al Cuerpo de la Madre y cuando tomamos forma.

Tenemos la costumbre de ver el día de nuestro nacimiento, nuestro cumpleaños, a partir del referencial de la personalidad, deseando sentirnos especiales y amados en nuestro día especial, queriendo la afirmación del valor de nuestra presencia para los otros, a través de los dones y expresiones de amor, queriendo ser notados.

Esas celebraciones del nacimiento traen alegría a nuestro yo exterior y un compartir de amistad y amor a nivel humano. La santificación de la sagrada encarnación nos lleva a otro nivel de nuestro ser, en el que la alegría ocurre como resultado del cumplimiento del propósito de nuestra alma en la Tierra.

En la santificación de nuestra encarnación, celebramos nuestro propio ser sagrado, que eligió cumplir un propósito sagrado, que envuelve nuestro propio aprendizaje y además, ser beneficioso para los otros.

Podemos conocer algunos y desconocer otros. Lo elegimos así y en la santificación de nuestra encarnación, podemos bendecir nuestra elección y oramos para cumplir nuestro propósito aún más plenamente.

Al mismo tiempo, honramos el Cuerpo de la Madre al que escogemos entrar, nuevamente, en la forma material, estableciendo nuestro relacionamiento íntimo con Ella y con la esencia Divina dentro de todas las cosas.

Por lo tanto, en nuestro día sagrado de nacimiento, somos llamados a honrar la santidad de la elección de nuestra alma, mientras que al mismo tiempo honramos la santidad de la Unidad Divina, la Madre, que estamos aquí para reconocer y experimentar en toda la realidad física.



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Traducción: Lúcia

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